dilluns, 21 de novembre del 2011

DIFICULTADES EN LA ADQUISICIÓN DEL HABLA: LA DISLALIA

Uno de los aprendizajes más importantes que realizan los niños durante los primeros años de vida es la adquisición del habla. Desde que nacemos, incluso antes, estamos en contacto con personas que nos hablan, y es durante los primeros 6 años de vida que desarrollamos  esta habilidad. 

Para que el habla nos sea útil y eficaz a lo largo de toda la vida necesitamos que su desarrollo sea completo y perfecto. Pero a veces los niños, por si solos, no son capaces de resolver todos los aspectos relacionados con la articulación de los fonemas del habla, a pesar de tener todas las herramientas para hacerlo. Esta alteración recibe el nombre de dislalia y se debe, únicamente, a la poca habilidad del niño en la pronunciación de los fonemas. Así, por ejemplo, un niño que no pronuncia la /s/ a los 4 años o la /rr/ a los 5 años, sin que haya algún factor que se lo impida, decimos que tiene una dislalia y, por lo tanto, debe iniciar una intervención logopédica.

Cuando llega un niño a la consulta de logopedia por una dislalia, el objetivo que se plantea el profesional es, no sólo que el niño sepa pronunciarlo correctamente, sino que generalice su uso en todas las situaciones de la vida cotidiana. Para ello, primero realizamos toda una serie de ejercicios destinados a corregir la producción incorrecta del fonema y, posteriormente, aplicamos el nuevo aprendizaje a situaciones habituales en la vida del niño, utilizando el juego como espacio de riqueza lingüística.

Las actividades que podemos hacer para el tratamiento de la dislalia son múltiples, pero se puede clasificar en cuatro grupos bien diferenciados:
-          Las que refuerzan las habilidades de percepción auditiva: trabajamos el reconocimiento y el análisis del fonema alterado en diferentes posiciones dentro de la palabra. El objetivo es, pues, que el niño identifique éste fonema en el habla de los demás y que sea consciente de su sonido.
-          Las que mejoran la praxis bucofonatoria: el niño empieza a descubrir el origen del sonido y los movimientos que deben realizar los órganos bucofonatorios para producirlo. Es en éste momento cuando ejercitamos la lengua y los labios, para que tengan la movilidad, la elasticidad y la fuerza adecuada para articular correctamente todos los fonemas.
-          Las que deshabitúan actos linguales incorrectos: A menudo los niños se esfuerzan tanto en articular un fonema que ponen demasiada tensión en la lengua o alteran su movimiento natural. Es en éste bloque que les ayudamos a relajar la musculatura y a coger buenos hábitos psicomotores para una correcta pronunciación.
-          Generalización  del fonema en el habla: una vez el niño es capaz de articular el fonema lo incorporamos al habla espontánea para que lo utilice con normalidad.

Para todo éste proceso es esencial la colaboración de la familia, pues es la que debe apoyar al niño durante todo el proceso, pero sobretodo, para llevar a cabo el último paso de la intervención: la generalización. Las sesiones de logopedia se llevan a cabo en un espacio artificial, la consulta, y, a pesar de buscar actividades y recursos para utilizar el fonema de manera natural, el niño sabe con qué objetivo los estamos haciendo y percibe cierta presión, que le ayuda a controlar de forma consciente y en todo momento su habla. En casa, en el parque o en la calle, en cambio, el lenguaje es absolutamente espontáneo y es cuando nos damos cuenta de si el niño ha generalizado el fonema o no.

La duración de una intervención logopédica por dislalia varia en función de cada niño, pero, en términos generales, no suele ser demasiado larga. Si el niño es lo suficientemente maduro para producir el fonema  y el tratamiento se lleva a cabo de forma regular el aprendizaje será rápido, y en pocas semanas se estará trabajando para su generalización.
      
       Finalmente, me gustaría mencionar que, en ocasiones, se puede asociar la dislalia a factores o alteraciones emocionales. El nacimiento de un hermano pequeño o la separación de los padres, entre otras, pueden ser situaciones que provoquen inquietud o angustia a los niños. En estos momentos es posible notar una regresión o una evolución más lenta del habla y, en consecuencia, la aparición de una dislalia. En éste caso el tratamiento será parcialmente distinto e incluso es posible contemplar la figura de un psicólogo o psicopedagogo en la intervención, sin dejar a un lado el trabajo logopédico. 

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